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Reflexión de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

Como todo Misterio de Dios, que supera cualquier entendimiento humano, el dogma que celebramos hemos de contemplarlo desde la fe ya que esta virtud es la que nos permite ver más allá de nuestros ojos corporales; ella, nos dice la carta a los Hebreos (11, 1-2.8-19) es «fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve»; por la fe, continúa diciendo el autor sagrado, nuestros primeros padres confiaron en las promesas de Dios aún cuando no tenía certeza de su cumplimiento: «Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba…. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía… Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra».

Así, aunque el misterio de la Asunción de María parezca imposible a la razón humana no lo es para la fe, porque «lo que es irrealizable para el hombre es posible para Dios» (Lc 18, 27). Esta verdad teológica, forma parte de los cuatro dogmas marianos existentes, a saber: 

  1. El dogma de la Maternidad Divina, que proclama a la Virgen María como verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso, el año 431 d.C.
  2. La Virginidad perpetua de María, proclamado por el Concilio de Constantinopla II en el 553 d.C. y hace referencia a que María la madre de Jesús permaneció antes, durante y después del parto. 
  3. La Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su Bula Ineffabilis Deus, en la que el Papa proclama que la Madre de Dios, desde su nacimiento, fue preservada de toda mancha de pecado original.   
  4. La Asunción de María, proclamado el día 1 de noviembre de 1950 el Papa Pío XII en su Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, que enseña que María al morir fue llevada en cuerpo y alma al Cielo, donde habita junto a su Hijo por toda la eternidad.  

En esta Constitución Apostólica, el Papa Pío XII, describe la razón de ser del dogma, explicando que se trata de una verdad creída y enseñada por los santos Padres y los grandes Doctores de la Iglesia desde los primeros siglos del cristianismo (incluso se afirma que desde el siglo II muchos cristianos celebraban con gozo esta Fiesta). El Papa citando a los santos Padres como san Juan Damasceno y san Germán de Constantinopla, asevera que la Asunción de María tiene su fundamento en la Sagrada Escritura que «nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino» (AAS 42 [1950], 760-762. 767-769), en palabras más sencillas, está queriendo decir que así como Cristo subió al Cielo en cuerpo y alma, también su Madre mora en la eternidad con el mismo cuerpo con el que vivió en la tierra, con la única diferencia que Jesús Ascendió a los Cielos, es decir, el subió a la morada de su Padre por sí mismo, mientras que María fue asunta, o sea, fue llevada por los Ángeles hasta el trono de su Hijo. 

Para sostener, esta verdad de fe que resulta incompresible desde la sola razón humana (no porque la fe y la razón sean contrarias, pues como afirma san Juan Pablo II, la fe y la razón son alas de un mismo avión, es decir, se complementan: entiendo para creer y creo para entender decía san Agustín), los santos padres utilizan el verbo intransitivo “convenir”, con el que explican racionalmente (haciendo uso de la lógica y la analogía) el misterio. Afirma, san Juan Damasceno: 

Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda creatura como Madre y esclava de Dios (Ibíd.)

Con estas palabras, el santo pretende de alguna manera mostrar lo que hemos dicho arriba: «lo que es irrealizable para el hombre es posible para Dios» (Lc 18, 27). 

Desde este matiz, el evento teológico de la Asunción de María se comprende a través del deseo y del poder de Dios que, en su eterna sabiduría, determinó que el cuerpo mortal de la Madre de su Hijo no alcanzara la corrupción, sino que más bien permaneciera intacto asumiendo la nueva condición de inmortalidad, que también está destinada para todos aquellos que han sido redimidos por Cristo y que serán resucitados por Él. 

De esta manera, el dogma de la Asunción de María no sólo se constituye en una muestra de que para Dios todo es posible, sino que también nos expone la condición inmortal que asumiremos, al partir de este mundo al Padre. 

Los redactores de Aciprensa, citando al Catecismo de la Iglesia Católica, manifiestan la importancia de esta Solemnidad para los católicos, señalando que: «La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos» (Núm. 966); continúan diciendo «esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la Asunción de su cuerpo al cielo» (ACI Prensa, 2022). 

Así pues, hermanos y hermanas, nos encontramos ante un misterio hermoso de nuestra fe católica, que ha de producir en nosotros: sentimientos de alegría al reconocer que Dios tiene preparado grandes dones para quienes asumen con fe, libertad y voluntad su proyecto; sentimientos de esperanza, al saber que la muerte no tiene la última palabra, porque en Cristo la muerte fue vencida (Cf. 1 Cor 15, 55; Hb 2, 14). 

Termino esta reflexión con algunas notas resumen escritas por Mons. Jesús Alfonso Guerrero (Obispo de Barinas), el año pasado, en el marco de esta Solemnidad: 

  1. El Evangelio de hoy presenta a María como mujer de fe: feliz porque has creído. Ella es amada de Dios y colaboradora insigne de la salvación.
  2. El papa Pio XII en el año 1950 definió solemnemente el dogma de la Asunción: María, madre de Dios, Inmaculada y siempre virgen, al terminar el curso de su vida terrenal fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.
  3. Bajo el aspecto personal la Asunción representa para María la coronación de toda su misión y sus privilegios y la exalta por encima de todos los seres creados.
  4. La unión estrecha entre María y la persona y la obra de Jesús en la tierra debía continuar en el cielo con la resurrección y glorificación de ella.
  5. María asunta es imagen y comienzo de la iglesia que ha llegado a su perfección final. María es la que primero ha llegado a la plenitud y la que nos señala el camino a recorrer. (LG 68)

Que, desde la Fe y la Esperanza, Dios nos regale la gracia de confiar en sus promesas que superan todo número y entendimiento, de tal manera que creyendo en aquello que no vemos nos dispongamos, cada día en alcanzar, los bienes eternos. Amén. 

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