Reflexión del VII Día de la Novena de Aguinaldo
En este VII día de la Novena de Aguinaldo, nos encontramos con la continuación de este largo capítulo 1 del evangelio según san Lucas que narra con lujo de detalles cómo fue el proceso de la Encarnación y nacimiento del Hijo de Dios.
Ayer reflexionábamos sobre el encuentro de María e Isabel, cuya narración culminaba con las palabras de exaltación y felicitación de Isabel a María. Hoy se presenta la respuesta de María ante esas palabras de gozo pronunciadas por su prima, nos dice el evangelista que María manifiesta la grandeza de Dios para con ella a través del cántico conocido con el nombre de “Magnificat”. Si bien este cantico es atribuido a María, los expertos señalan que en realidad se trata de un cántico inspirado en el cantico pronunciado por Moisés y su hermana en el capítulo 15 del libro del Éxodo, donde se nos cuenta que, el pueblo de Israel, luego de pasar en pie enjuto por el mar rojo (mientras el ejercito egipcio era aniquilado por las aguas), manifiesta su admiración a Dios a través del siguiente cántico:
«»Cantaré a Yavé, que se hizo famoso; arrojó en el mar al caballo y su jinete.» «¡Yavé, mi fortaleza!, a él le cantaré, él fue mi salvación, él es mi Dios y lo alabaré, el Dios de mi padre, lo ensalzaré. Yavé es un guerrero, Yavé es su nombre. Los carros de Faraón y su ejército: ¡los precipitó en el mar! Los mejores de sus oficiales, ¡hundidos en el Mar Rojo! Las aguas profundas los han sepultado, hasta el fondo cayeron como piedra.» «Quién como Tú, Yavé, entre los dioses? ¿Quién como Tú, glorioso y santo, terrible en tus hazañas, autor de maravillas?» «¡Que Yavé reine eternamente! «»
Así como Moisés y el Pueblo reconocen la acción salvadora de Dios, María inspirada en este cántico del Antiguo Testamento, expresa con alegría el Magnificat, que según San Juan Pablo:
«es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el júbilo de su espíritu en Dios, su salvador. Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella, criatura pobre y sin influjo en la historia.
Con la expresión Magníficat, versión latina de una palabra griega que tenía el mismo significado, se celebra la grandeza de Dios, que con el anuncio del ángel revela su omnipotencia, superando las expectativas y las esperanzas del pueblo de la alianza e incluso los más nobles deseos del alma humana.
Es un cántico verdaderamente teológico porque revela la experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo es el Poderoso, pare el que nada es imposible, como había declarado Gabriel (cf. Lc 1,37), sino también el Misericordioso, capaz de ternura y fidelidad para con todo ser humano.
El Magníficat, inspirado en el Antiguo Testamento y en la espiritualidad de la hija de Sión, supera los textos proféticos que están en su origen, revelando en la «llena de gracia» el inicio de una intervención divina que va mas allá de las esperanzas mesiánicas de Israel: el misterio santo de la Encarnación del Verbo.» (Audiencia General, 1996)
Este cántico del Magnificat la Iglesia lo repite cada día en la oración de Vísperas para recordarnos que, del mismo modo en que Dios actuó en favor de su pueblo en el desierto y en favor de los pequeños y sencillos como el caso de la Santísima Virgen María, Él sigue actuando en favor de sus fieles, sobre todo en aquellos que le buscan con sincero corazón y que dejando de lado sus sentimientos de suficiencia se abandonan a la voluntad del Señor.
Dios nos siga regalando en esta novena la oportunidad de reconocer que sólo el camino de la sencillez y la humildad nos conducirá al encuentro con el Señor y ojalá ese encuentro con él nos lleve a ser humildes servidores de los demás, en especial, de los más necesitados.
Que así sea.
Fr. Juan Martínez OFM Conv.
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