Reflexión del IX Día de la Novena de Aguinaldo
Hemos llegado al final de esta Novena de Aguinaldo, felicitamos a aquellos que hicieron el sacrificio de venir todos los días; ellos tuvieron la oportunidad de escuchar cada de la catequesis/reflexiones que hemos venido desarrollando en esta novena a la luz de la Palabra de Dios.
Muchos de los pasajes bíblicos aparentemente no tenían continuidad ya que algunas veces leímos pasajes que hacían referencia a acontecimientos posteriores a la escena de la Anunciación como el caso del pasaje donde san José se ve en un callejón sin salida ante la noticia del embarazo de su esposa la Santísima Virgen María. En todo caso, cada una de las lecturas apuntaban al misterio del Nacimiento de nuestro Redentor que esta noche celebraremos solemnemente.
Si bien, algunos pasajes no tenían continuidad, desde hace unos tres días hemos venido leyendo ordenadamente el relato de los orígenes de Jesús, en efecto ayer leímos la continuación del capítulo 1 del evangelio según san Lucas y hoy con los versículos del 68 – 79 damos por terminado este largo capítulo 1 del 3 evangelista.
Ayer decíamos que, al soltársele la lengua Zacarías pronunció un bello himno de bendición, el cual fue tan llamativo que los parientes y vecinos se quedaron asombrados. Este himno, tiene dos partes con sus respectivos significados:
- La primera de ellas va desde el versículo 68 – 75 y hace referencia específicamente a una bendición no por su hijo que ha nacido sino porque ve que la esperada liberación mesiánica está por cumplirse: ya viene el Salvador, descendiente de David, y su llegada será anunciada y preparada por Juan. Es importante resaltar que, en la Biblia, el que bendice es propiamente Dios, y su bendición es donación de vida, gracia y don que se recibe. La plenitud de la bendición es el Shalom, es decir, la paz, la abundancia y el bienestar que Dios envía de lo alto, en este sentido Dios por ser el Creador de todo cuanto existe es el que bendice a sus creaturas. Ahora bien, el ser humano, aunque es pobre y desvalido ante la Omnipotencia de Dios poderoso, por ser participación en la vida divina al ser imagen y semejanza del Creador, le es permitido bendecir al Señor; con sus labios reconoce y confiesa su generosidad de Dios y le da gracias. Esto es precisamente lo que hace Zacarías y lo que estamos llamados a hacer nosotros. A través de estas palabras de bendición, Zacarías describe la salvación que trae Jesús con todos los contenidos históricos y políticos que el Antiguo Testamento y el judaísmo de su tiempo le atribuían: la ve como una liberación concreta y definitiva de toda opresión extranjera, Israel ya no será dominado por nadie, su victoria sobre sus enemigos está asegurada y ya no habrá miedo ni inseguridad. Late en el himno el deseo profundo de una tierra nueva, en la que habrá por fin una paz estable, y se podrá rendir a Dios el culto que se merece, con santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días.
- La segunda parte de este hermoso himno va del versículo 76 – 79, es decir, apenas tres versículos, pero con un contenido teológico extraordinario. En esta segunda parte, Zacarías anuncia el futuro y la consecuente misión de su hijo Juan, quien ha sido elegido por Dios como el precursor del Mesías, Juan preparará para él un pueblo bien dispuesto. Al mismo tiempo, en esta segunda parte del Himno sobresale la admiración que tiene Zacarías por la persona y obra del Mesías, que vendrá como el sol que nace de lo alto para iluminar a los que caminan en tinieblas y sombras de muerte. Con estas palabras, da la impresión que la salvación mesiánica se espiritualiza demasiado, pero en realidad lo que se anuncia es la más radical de las acciones libradoras de Dios: el triunfo de la luz sobre las tinieblas del pecado, en otras palabras, estas acciones de Dios llegan hasta las raíces mismas del mal y de toda opresión: el pecado, que amerita ser expuesto y contrarrestado con la luz para que no se quede anidando o estacando en la profundidad del corazón humano.
Como les decía ayer, la Iglesia canta este himno todos los días en la oración de la mañana (la oración de laudes); a través de él alabamos a Jesucristo que por su resurrección brilla como el sol sobre la oscuridad de la muerte y da inicio al día perenne en que vivimos: al hoy de la continua visita y presencia del Dios-con-nosotros. Bajo esa luz vivimos y hemos de vivir continuamente ya que ella nos trae perdón, santidad y justicia, ella nos guía en la construcción de los caminos de la paz.
Este himno de Zacarías nos invita a admirar y agradecer la obra de Dios en nuestra historia personal, familiar y social.
Siendo que, este himno hace mención de la victoria de la luz sobre las tinieblas, pertitanme concluir esta homilia trayendo a colación la oración de san Francisco ante el Crucifijo de san Damián:
¡Oh alto y glorioso Dios!, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento. Amén.
Fr. Juan Martínez OFM Conv.
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