Reflexión del Domingo de Resurrección
En la Solemne Vigilia de anoche, hacíamos un recorrido de la Historia de la Salvación donde queda expuesta la bondad y fidelidad de Dios que, como dijimos, llegó a su punto culminante en el Misterio de la Resurrección de su Hijo, donde la muerte por el pecado es vencida por la nueva vida en Cristo, por quién a través del bautismo hemos sido incorporados a su muerte y podemos estar seguros que resucitaremos con Él para la vida eterna.
Ante un evento tan sublime, como lo es el Misterio de la Resurrección, conviene que nos detengamos en algunos detalles del evangelio que escuchamos, a fin de contemplar la belleza de su mensaje:
- Juan nos presenta esta narración donde se entrelazan dos hilos narrativos: el descubrimiento del sepulcro vacío, que aquí lo hace sola María Magdalena y, la carrera de los dos discípulos (como comunidad), Pedro y el «otro discípulo a quien amaba Jesús», hasta el sepulcro vacío. Este fragmento del evangelio nos hace entrever que la Fe en la Resurrección se suscita tanto a nivel individual como comunitario.
- El autor del 4to evangelio comienza su relato señalando que la Resurrección acontece “El primer día de la semana,» para los cristianos es el inicio de un tiempo nuevo, el día memorial de la resurrección, llamado «día del Señor» (dies Domini, dominica, domingo), desde esta visión cuando el autor sagrado subraya que es el primer día de la semana no pretende recordar un dato cronológico de la semana sino un día nuevo en el que, por la Resurrección de Cristo, lo que el pecado había fragmentado o destruido ahora es restaurado y vivificado.
- A continuación, ofrece otro dato teológico importante, cuando afirma que María Magdalena va al amanecer al sepulcro, «cuando aún estaba oscuro», subraya la falta de luz para poner de relieve el contraste simbólico entre las tinieblas (que en san Juan significa varias cosas: Pecado, rechazo a Dios) y luz (referida al reconocimiento y adhesión al misterio de la resurrección). Esta paso de las tinieblas a la luz simboliza el paso del pecado a la vida de santidad y gracia que ha traído consigo la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
- Al ver el sepulcro vacío, María piensa que «se han llevado al Señor.» Al decir Señor, ya hay una fe implícita en Jesús, porque Señor (en griego Kyrios) es un apelativo usado para referirse a Dios; Juan reserva este título para los tres últimos capítulos de su evangelio dónde Jesucristo ha resucitado. En orden y dirección, cuando usa el apelativo “Señor o Kyrios” desea resaltar la naturaleza divina de Cristo, su Señorío.
- Tras percatarse de la piedra removida, María Magdalena regresa corriendo a dónde están Simón Pedro y el discípulo amado. Acude a ellos, porque ambos desempeñan un papel crucial para la comunidad de creyente: Pedro es la piedra sobre la Cristo ha constituido a su Iglesia, Juan es el discípulo a quien Jesús amaba y, según las interpretaciones de los expertos no es sólo un personaje sino la representación misma de la Iglesia, el nuevo Pueblo creyente. A este respecto afirma Raymond Brown (especialista en san Juan): El discípulo amado, es un personaje que aparece sólo en este evangelio y sólo a partir del capítulo 13, mostrando una gran intimidad con Jesús. Aparece en todos los momentos decisivos de la pasión y de la resurrección de Jesús, pero permanece anónimo, es posiblemente el mismo Juan, pero también puede ser una figura simbólica que representa a la primera comunidad cristiana y/o a qué está leyendo el Evangelio.
- Ambos Apóstoles, Pedro y el discípulo amado, al recibir el anuncio de la Magdalena, corren hacía el sepulcro vacío. Pese a llegar antes, el discípulo amado espera a Pedro, este accionar del discípulo amado más que un gesto de cortesía o de respeto involucra el reconocimiento de la preeminencia de Pedro, es decir, reconoce que él es el primero de los discípulos del Señor. Aquí lo que el evangelista pretende subrayar es el hecho de la figura de autoridad de la Iglesia, vivida no desde una relación de desigualdad o menosprecio de unos para con los otros, sino desde una verdadera sinodalidad, el que preside la comunidad está puesto allí para servir siendo el primero entre iguales (como el caso del Papa).
- Simón Pedro, pasando la entrada del sepulcro, «vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.» Con esta afirmación el evangelista evidencia la prueba de que no había ocurrido ningún robo del cadáver (como lo creían y siguen creyendo hoy los judíos); ningún ladrón hubiera perdido el tiempo en desvendar el cadáver, extender ordenadamente los lienzos y las fajas y plegar aparte el sudario! La operación se hubiera complicado por el hecho de que los óleos con los que había sido ungido aquel cuerpo (especialmente la mirra) operaban como un pegamento, haciendo que se adhiriera perfecta y seguramente el lienzo al cuerpo, semejante a como sucedía con las momias. Luego de que Pedro pasa al sepulcro, hace su entrada discípulo amado que «vio y creyó». El Evangelio nos dice que tanto María Magdalena, cómo Pedro y el discípulo amado vieron. Aunque la versión española traduzca todo con el mismo verbo, el texto original usa tres verbos diversos:
- blepein, que es simplemente mirar, para María Magdalena.
- Theorein, que es observar y reflexionar sobre algo, para Pedro.
- Idein, que es un ver de forma espiritual, un intuir, para el discípulo amado.
Desde esta perspectiva, para el autor del cuarto evangelio este acontecimiento no es una mera prueba de que la promesa del Señor se ha cumplido sino un acontecimiento que suscita la Fe en Él. En otras palabras, la Resurrección no es sólo un evento extraordinario que sobrepasa la comprensión racional del ser humano, sino un acontecimiento que amerita dar un paso más, el de la Fe.
De allí el binomio «ver y creer»», viene a ser muy significativo para el evangelista y está referido exclusivamente a la fe en la resurrección del Señor (cfr Jn 20, 29), porque era imposible creer verdaderamente antes que el Señor hubiese muerto y resucitado (cfr 14, 25-26; 16, 12-15). El binomio visión – fe, por tanto, caracteriza a todo este capítulo donde «el discípulo amado» se presenta como un modelo de fe que consigue comprender la verdad de Dios a través de los acontecimientos materiales. Como el discípulo amado estamos llamados a creer con los ojos de la fe más no sólo con los corporales, pues precisamente la Fe es creer en aquello que no vemos, pero tenemos la certeza que existe.
- Termina el texto diciendo: «hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.» Con ello, el hagiógrafo pretende decirnos que la única puerta que nos permite pasar el dintel de la fe auténtica es el conocimiento de la Escritura (cfr. Lc 24, 26-27; 1Cor 15, 34; Act 2, 27-31) a la luz de los hechos de la resurrección, es decir, todo se comprende a partir de este evento Cristológico ya que las Escrituras hace referencia a él mucho antes de que éste aconteciera.
A partir de lo expuesto arriba, podemos decir que la Fe en la Resurrección se constituye en un proceso gradual que involucra una disposición de nuestra parte, sobre todo, del auxilio del Espíritu Santo que va conduciendo al creyente a ir más allá lo corporal o palpable para adentrarse a la profunda experiencia espiritual.
Queridos Hermanos y Hermanas, sintámonos dichosos porque por medio de este Misterio que estamos celebrando se nos han abierto las puertas del Cielo.
Con el Papa, oremos por todos aquellos que aún viven en la esclavitud del pecado, dice el Papa:
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres. Y que, a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: “Paz a vosotros”. “No temáis, he resucitado y siempre estaré́ con vosotros”. Amén.
Fr. Juan Martínez OFM Conv.
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