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Retiro Espiritual Mariano en la Parroquia San José Obrero – Guanare

Con motivo de la celebración de las Fiestas en Honor a Nuestra Señora de Coromoto, en la parroquia San José Obrero – Guanare, se relizó el Retiro Mariano convocado y predicado por Fr. Juan Martínez OFM Conv. Guardián del Convento san José Obrero.

El retiro contó con la participación de Fr. José L. Avedaño quien es el Párroco de esta importante Iglesia en Guanare, de Fr. Pedro Buonamassa que es el Responsable Espiritual de la Milicia de la Inmaculada en Venezuela, a quienes se sumaron 150 feligreses que hacen vida en esta parroquia como en las parroquias aledañas, entre ellas: Parroquia Espíritu Santo (Catedral), Parroquia Ntra Sra de Lourdes, Parroquia San Juan Bautista y Parroquia San Antonio de Padua, además de dos hermanas de la M.I. procedentes de Barinas, concretamente de la Parroquia María Auxiliadora de le Urb. Simón Bolívar y Parroquia La Inmaculada Concepción de Alto Barinas Norte.

A continuación compartimos, los apuntes de este maravilloso retiro, para la Mayor Gloria de Dios y de la Santísima Virgen María:

Apuntes retiro, como preparación a las Fiestas Litúrgicas dedicadas a la Santísima Virgen María

A modo de introducción

Durante el mes de septiembre, nuestra Iglesia en Guanare como en otros lugares de Venezuela celebra varias fiestas en Honor a María, Madre de Dios y Madre nuestra, comenzando por el 8 de septiembre que tiene doble celebración: La Aparición de Ntra. Sra. de Coromoto en Guanare y la Solemnidad de Ntra. Sra. del Valle en Margarita; posterior a ello, celebraremos nuevamente (solo que esta vez a nivel Nacional) el 11 de septiembre a Ntra. Sra. de Coromoto, día en que fue coronada como Patrona de Venezuela (el año 1952 por decreto de su Santidad Pío XII); finalmente, celebraremos el 15 de septiembre a Ntra. Sra. de los Dolores, Patrona del Pueblo de Chabasquén. A todo lo cual se le agrega el hecho que el mes de Octubre está dedicado al Santo Rosario, en consecuencia, a la devoción a la Santísima Virgen María.

Es por lo que este retiro, como un modo de preparación para estas Fiestas y de fortalecimiento de la devoción Mariana, queremos dedicarlo a la Santísima Virgen María. Para lo cual, comenzaremos haciendo un recorrido de la figura de la mujer en la Historia de Salvación que bastante hace falta pues en los últimos años se ha intentado recatar la dignidad e importancia de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, pero de forma poco asertiva en el sentido que este rescate y defensa de la mujer por parte de la ideología feminista no ha sido sino una mayor degradación de su figura al estar sostenida en la presentación de los derechos de la mujer desde la lógica del aplastamiento / descalificación de la efigie del hombre y desde la promoción de una libertad o empoderamiento femenino que raya con la libertinaje como con la degradación de lo más preciado que sólo ella es capaz de portar: la vida. De allí bajo la bandera de “soy dueña de mi cuerpo, por lo que hago con él lo que mejor me parezca” muchas mujeres se han inclinado por la práctica del aborto, motivadas conscientes o inconscientemente por aquellas personas que bajo la apariencia del bien (que oculta el verdadero rostro del interés económico) promueven la cultura de la muerte, la desintegración de la familia y en consecuente deterioro de la auténtica dignidad femenina.

Posterior a esta primera parte del retiro, nos centraremos en la reflexión de Dios Padre desde una mirada maternal, es decir, analizaremos el modo en cómo Dios ha mostrado al mundo su paternidad con las entrañas y actitudes propias de una madre, que da vida, cuida, protege y acompaña a sus hijos en el camino de la vida.

Finalmente, retomaremos la imagen de la mujer, fijándonos esta vez en el papel del la Santísima Virgen María en la Historia de la Salvación y de la Iglesia Universal, como aquella que supo decir sí al proyecto de Dios, no contenta con eso asumió el compromiso en la cruz (Cf. Jn 19) de acompañar a la Iglesia naciente, convirtiéndose en Madre de todos los que somos miembros del cuerpo místico de su Hijo Jesucristo.

I Reflexión: La mujer en la Biblia

La Sagrada escritura hace alusión de muchas mujeres que fueron protagonistas en la Historia de la Salvación, de las que podemos aprender importantes lecciones (Romanos 15:4; 2 Timoteo 3:16, 17). En esta I reflexión veremos brevemente lo que hicieron algunas de ellas, pues sus vidas nos sirven de ejemplo o de advertencia (1 Corintios 10:11; Hebreos 6:12) para nuestra vida de fe y seguimiento a Cristo.

§  Abigail

 ¿Quién fue? Abigail era la esposa de un hombre rico y áspero que se llamaba Nabal. Era una mujer sensata y humilde, que además era hermosa y espiritual (1 Samuel 25:3).

 ¿Qué hizo? Abigail supo actuar con sabiduría e inteligencia, y así evitó una desgracia. Ella y Nabal vivían en la región donde David, futuro rey de Israel, se escondía de sus enemigos. Mientras David y sus hombres estaban allí, protegían de los ladrones a los rebaños de Nabal. Un día, David envió a unos mensajeros a pedirle comida a Nabal, pero Nabal se negó y fue muy grosero. Esto enfureció a David, así que salió para matar a Nabal y a todos sus hombres (1 Samuel 25:10-12, 22).

Abigail se enteró de lo que había hecho su esposo y reaccionó rápidamente. Mandó que sus sirvientes llevaran alimento a David y sus hombres. Ella fue detrás de los sirvientes y le suplicó misericordia a David (1 Samuel 25:14-19, 24-31). David no solo vio su regalo, también se dio cuenta de que era una mujer humilde. Luego escuchó su consejo y reconoció que Dios la estaba usando para evitar una tragedia (1 Samuel 25:32, 33). Al poco tiempo, Nabal murió y Abigail se convirtió en esposa de David (1 Samuel 25:37-41).

¿Qué aprendemos de ella? A pesar de ser una mujer hermosa y muy rica, tenía un punto de vista equilibrado de sí misma. Para mantener la paz, estuvo dispuesta a disculparse por algo que ella no había hecho. Abigail manejó una situación complicada con calma, tacto, valentía e inteligencia.

§  Ana

 ¿Quién fue? Ana era la esposa de Elqaná y la madre de Samuel, quien llegó a ser un profeta importante en el antiguo Israel (1 Samuel 1:1, 2, 4-7).

 ¿Qué hizo? Ana buscó el consuelo de Dios porque no tenía hijos aunque llevaba muchos años casada. El esposo de Ana tenía otra esposa, que se llamaba Peniná, con la que sí tenía hijos. Peniná siempre se burlaba de Ana, por eso Ana le oró a Dios para pedirle consuelo. Además le hizo un voto en el que le prometió que, si le daba un hijo varón, ella se lo entregaría para que le sirviera en el tabernáculo. El tabernáculo era una tienda desmontable que los israelitas usaban para adorar a Dios (1 Samuel 1:11).

Dios respondió la oración de Ana y le dio un hijo, al que llamó Samuel. Como había prometido, Ana llevó al pequeño Samuel al tabernáculo para que sirviera allí (1 Samuel 1:27, 28). Todos los años, Ana le hacía a Samuel una túnica sin mangas y se la llevaba. Con el tiempo, Dios bendijo a Ana con cinco hijos más, tres niños y dos niñas (1 Samuel 2:18-21).

 ¿Qué aprendemos de ella? Ana pudo aguantar esa situación gracias a sus oraciones sinceras. En 1 Samuel 2:1-10 podemos leer la oración que le hizo a Yahvé para darle las gracias. En ella se nota la gran fe que tenía.

§  Débora

¿Quién fue? Débora era una profetisa de Yahvé, el Dios de Israel. Yahvé se valió de ella para revelarles a los israelitas lo que tenían que hacer y para solucionar problemas entre ellos (Jueces 4:4, 5)

 ¿Qué hizo? La profetisa Débora apoyó con valor a quienes adoraban a Dios. Yahvé le dijo que mandara llamar a Barac para decirle que llevara al ejército israelita a luchar contra los cananeos (Jueces 4:6, 7). Luego Barac le pidió a Débora que lo acompañara. Ella no tuvo miedo y aceptó ir con él (Jueces 4:8, 9).

Dios ayudó a los israelitas a conseguir una victoria aplastante. Entonces, Débora compuso por lo menos parte de la canción que ella y Barac cantaron para relatar lo que había pasado. En esa canción, Débora mencionó que Jael, otra mujer valiente, fue muy importante para derrotar a los cananeos (Jueces, capítulo 5).

¿Qué aprendemos de ella? Débora se sacrificaba por los demás y era valiente. Animaba a otros a hacer lo correcto a los ojos de Dios. Y, cuando lo hacían, no dudaba en darles el reconocimiento que merecían.

§  Ester

¿Quién fue? Ester era una joven judía a la que Asuero, el rey persa, escogió para ser reina.

¿Qué hizo? La reina Ester usó su influencia para evitar la matanza de su pueblo. Se enteró de que se había emitido una ley que fijaba una fecha para matar a todos los judíos que vivían bajo el Imperio persa. Este plan malvado fue idea de Hamán, que era el primer ministro (Ester 3:13-15; 4:1, 5). A riesgo de su propia vida y con la ayuda de su primo Mardoqueo, Ester le reveló el malvado plan a su esposo, el rey Asuero (Ester 4:10-16; 7:1-10). Así que Asuero dejó que Ester y Mardoqueo emitieran otra ley que les permitiría a los judíos defenderse. Finalmente, los judíos obtuvieron una gran victoria contra todos sus enemigos (Ester 8:5-11; 9:16, 17).

¿Qué aprendemos de ella? La reina Ester dejó un excelente ejemplo de valentía, humildad y modestia (Salmo 31:24; Filipenses 2:3). A pesar de su belleza y posición, buscó la ayuda y el consejo de otros. Cuando habló con su esposo, tuvo tacto y fue respetuosa pero valiente. Además, no tuvo miedo de identificarse como judía en un momento muy peligroso para este pueblo.

§  Lea

¿Quién fue? Lea fue la primera esposa del patriarca Jacob. Su hermana menor, Raquel, fue la otra esposa (Génesis 29:20-29).

¿Qué hizo? Lea fue la madre de seis de los hijos varones de Jacob (Rut 4:11). Jacob quería casarse con Raquel, no con Lea. Sin embargo, el padre de ellas, Labán, se encargó de que Lea tomara el lugar de Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta de que lo habían engañado para que se casara con Lea, fue a hablar con Labán. Él le explicó a Jacob que la costumbre no era que la hija menor se casara antes que la mayor. Una semana después, Jacob se casó con Raquel (Génesis 29:26-28).

Jacob quería más a Raquel que a Lea (Génesis 29:30). Así que los celos llevaron a Lea a competir con su hermana por el cariño de Jacob. Dios conocía los sentimientos de Lea y la bendijo con seis hijos y una hija (Génesis 29:31).

¿Qué aprendemos de ella?Lea le confío sus preocupaciones a Dios en oración y no dejó que su difícil situación familiar le impidiera ver que Dios la estaba ayudando (Génesis 29:32-35; 30:20). Lo que Lea vivió nos muestra de forma realista los problemas que genera la poligamia, un sistema que Dios toleró durante un tiempo. La norma de Dios es que cada matrimonio esté compuesto solo por un hombre y una mujer (Mateo 19:4-6).

§ María (hermana de Marta y Lázaro)

¿Quién fue? María, igual que su hermano Lázaro y su hermana Marta, era amiga de Jesús.

¿Qué hizo? María demostró en muchas ocasiones que respetaba a Jesús, el Hijo de Dios. Creía que Jesús podía haber evitado la muerte de su hermano Lázaro y estuvo presente cuando Jesús lo resucitó. Su hermana, Marta, la criticó cuando ella eligió escuchar a Jesús en lugar de ayudar con las tareas de la casa. Pero Jesús felicitó a María por dar prioridad a las cosas espirituales (Lucas 10:38-42).

Una vez, María le mostró extraordinaria hospitalidad a Jesús cuando le derramó un “costoso aceite perfumado” en la cabeza y en los pies (Mateo 26:6, 7). Algunos la acusaron de desperdiciar algo de mucho valor. Pero Jesús la defendió y dijo: “Dondequiera que se prediquen estas buenas nuevas en todo el mundo, lo que esta mujer ha hecho también se contará para recuerdo de ella” (Mateo 24:14; 26:8-13).

¿Qué aprendemos de ella? María llegó a tener una fe muy grande. Puso la adoración a Dios por encima de cualquier otro asunto. Fue humilde y le mostró gran respeto a Jesús, sin reparar en gastos.

Como podemos notar, todas estas mujeres nos muestran una vida ejemplar (y ellas son de algún modo figura de María en el sentido que nuestra Madre Celestial reune las virtudes de todas estas santas mujeres), no obstante, la Biblia no sólo nos presenta a mujeres fieles al proyecto de Dios, sino también a las que hicieron prácticamente lo contrario, obteniendo no el beneplácito sino el descontento del Señor. Veamos:

§  Eva

¿Quién fue? Eva fue la primera mujer que existió y también la primera que se menciona en la Biblia.

¿Qué hizo? Eva desobedeció un mandato claro que Dios había dado. Al igual que su esposo, Adán, ella también era un ser humano perfecto. Yahvé los había creado con la capacidad de tomar sus propias decisiones y de cultivar cualidades divinas como el amor y la sabiduría (Génesis 1:27). Eva sabía que Dios le había dicho a Adán que morirían si comían de cierto árbol. Sin embargo, Satanás la engañó y le hizo creer que no moriría. De hecho, la convenció de que le iría mejor si desobedecía a Dios. Así que comió del fruto y luego hizo que su esposo también comiera (Génesis 3:1-6; 1 Timoteo 2:14).

¿Qué mensaje nos deja su vida? El ejemplo de Eva nos muestra lo peligroso que es alimentar los deseos incorrectos. El intenso deseo que Eva desarrolló por conseguir algo que no le correspondía la llevó a desobedecer un mandato claro de Dios (Génesis 3:6; 1 Juan 2:16).

§  Dalila

 ¿Quién fue? Dalila fue la mujer de la que se enamoró Sansón, un juez de Israel (Jueces 16:4, 5).

¿Qué hizo? Dalila aceptó dinero de los gobernantes filisteos para traicionar a Sansón. Dios había estado utilizando a este juez para salvar a los israelitas de los filisteos. Estos enemigos no podían vencer a Sansón, pues Yahvé le había dado una fuerza extraordinaria (Jueces 13:5). Por eso, los gobernantes filisteos le pidieron ayuda a Dalila.

Los filisteos sobornaron a Dalila para que descubriera por qué Sansón era tan fuerte. Ella aceptó el dinero y después de varios intentos logró averiguar el secreto de Sansón (Jueces 16:15-17). Dalila les reveló el secreto a los filisteos, y así pudieron capturar y encarcelar a Sansón (Jueces 16:18-21).

¿Qué mensaje nos deja su historia? Dalila se dejó dominar por la codicia. Fue una mujer egoísta y desleal que traicionó a un siervo de Yahvé.

§  Jezabel

¿Quién fue? Jezabel era la esposa de Acab, el rey de Israel. Ella no era israelita y no adoraba a Yahvé, sino a Baal, un dios cananeo.

 ¿Qué hizo? La reina Jezabel era una mujer dominante, despiadada y violenta. Fomentaba el culto a Baal y la inmoralidad sexual que era parte de esa religión. Además, intentó eliminar la adoración a Yahvé, el Dios verdadero (1 Reyes 18:4, 13; 19:1-3).

Jezabel era capaz de mentir y asesinar para satisfacer sus caprichos egoístas (1 Reyes 21:8-16). Tal como Dios había predicho, murió de forma violenta y no fue enterrada (1 Reyes 21:23; 2 Reyes 9:10, 32-37).

¿Qué mensaje nos deja su historia? Jezabel fue una mujer corrupta y sin escrúpulos. Su nombre ha llegado a ser un símbolo de mujer descarada, inmoral y desenfrenada. Nadie debería seguir su ejemplo.

Para reflexionar:

  1. ¿Cuál o cuales de estas mujeres me llamó la atención y por qué?
  2. ¿Con quién o quiénes me he identifico?
  3. ¿Siento que en algún momento de vida he tenido algunas virtudes, vicios o defectos de algunas de estas mujeres? ¿cuáles? Descríbelas, brevemente.
  4. Elije alguno de los siguientes pasajes bíblicos, ora con el texto y escribe alguna reflexión que produce en ti el encuentro con esta Palabra de Dios: Gn 21: 1 – 21; Lc 10: 38 – 42; Jn 4; Jn 8.

II Reflexión: Dios Padre con entrañas de Madre

En la I Reflexión hemos realizado un esbozo general sobre las mujeres más importantes de la Biblia (que por cierto no son las únicas, hay muchas otras como Sara, María la hermana de Moisés, Rut, entre otras). Ahora nuestra meditación estará centrada en la contemplación de Dios Padre que, a lo largo de toda la historia se ha manifestado al mundo con actitudes características de una madre, tales como la generación y sostenimiento de la vida, la protección de sus hijos, la práctica de la misericordia con un amor que resplandece desde las entrañas, etc.

Comencemos por la imagen de la generación de la vida: Todos, o en su mayoría, hemos escuchado alguna vez el relato de la creación narrado por el autor del libro del Génesis en sus capítulos 1 y 2; algunos estudiosos de la Biblia, especialmente, los curiosos que se acercan a ella no para nutrirse sino para encontrar la mínima excusa que justifique su ateísmo o dudas de fe, al leer este primer libro de la Biblia se quedan estancados en la disertación sobre la existencia o no existencia histórica de los personajes que aparecen en los relatos, llegando algunos a la conclusión que Adán y Eva no existieron, como tampoco Abraham ni los demás profetas; afirman que estos protagonistas bíblicos no son sino personajes ficticios que representan una cultura, tradición (la hebraica), tribu o pueblo, ignorando o haciendo caso omiso al hecho que la intención del autor sagrado nunca fue precisar datos históricos sino mostrar una verdad inspirada por el Espíritu Santo y que el hagiógrafo desea transmitirnos en este primer libro: Dios es el Creador de todo cuanto existe, en consecuencia, es el Padre y Señor de todo el Universo. A semejanza de una madre que da a luz a sus hijos, Dios Padre da a luz al Universo comenzando por crear de la nada, los cielos y la tierra e iluminando con su luz esto que Él mismo había creado, a través de dos lumbreras: el sol que gobierna el día y la luna para iluminar la noche. Posterior a ello fue creando todas las cosas tal y como las conocemos, teniendo como obra maestra de su creación al ser humano, a su imagen y semejanza (Gn 1: 26).

Así, el primer atributo que nos ofrecen las Sagradas Escrituras sobre Dios es su ser Creador, siendo Padre y Madre al mismo tiempo, Padre porque engendra y Madre porque da vida a todas las cosas.

Esta maternidad de Dios, se irá manifestando gradualmente al expresar que Dios no da vida para luego abandonar a su creación, como lo intenta sugerir el Filósofo Alemán Martín Heidegger cuando dice que el ser humano es un Dasein, que en el idioma alemán significa que un ser ahí y ahora, “un ser arrojado en el mundo”, con ello Heidegger no niega la existencia de Dios pero si pretende afirmar que el ser humano ha sido dejado a la deriva, por lo que se encuentra en el desafío de ver que cómo defenderse sólo en este mundo.

No hay nada más falso que esta idea existencialista, pues la Biblia nos presenta todo lo contrario, luego de crear al hombre y a la mujer, Dios entabla con ellos una relación de amistad hospedándolos en un jardín lleno de hermosos frutos y semillas de los que podían disponer libremente a excepción de un árbol especial ubicado en el centro del jardín: el árbol del conocimiento del bien y del mal.

En este sentido, como una madre Dios provee a sus creaturas de todo lo necesario para vivir y ser felices, sólo que esta felicidad debe estar acompañada de límites puesto que todo se nos está permitido, pero no todo nos conviene (1 Corintios 6:12-19) ya que algunas de estos elementos pueden conducirnos a la muerte, tal como bien se lo hizo saber Dios a Adán cuando le dijo: «Puedes comer de todos los arboles del jardín, pero no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque si comes de él morirás irremediablemente» (Gn 2: 16 – 17). Ya todos conocemos el desenlace de esta historia, en la que Eva tentada por la mentira de la serpiente, desobedece este mandato e incita a su marido a hacer lo mismo, trayendo como resultado el pecado y la muerte en el mundo.

¿Cuántos de nosotros hemos vivido situaciones semejantes en la vida, donde hemos desobedecido el mandato de nuestras madres, con consecuencias nefastas para nuestra existencia?, por ejemplo: Hijo aléjate de esas influencias negativas que pueden llevarte al consumo de alcohol, droga o conducirte al vandalismo… hija / hijo no te cases con esa persona porque te va a hacer sufrir, te va a hacer daño, etc. pero ¡Blum! desobedecimos y ahora nos toca asumir las consecuencias de nuestras malas decisiones.    

A pesar de esta desobediencia, la mayoría de nuestras madres, nos siguen cuidando y tratando como hijos, parecido a la historia de una abuelita que va a visitar a su hijo en la cárcel tras la respuesta al oficial de seguridad que le preguntó a quien buscada, este le dijo: “Usted viene a visitar a esa escoria, basura…”, luego de escucharle atenta al enfurecido militar, le respondió entre lagrimas “Si, en efecto es una escoria, basura… sin embargo, es mi hijo y por eso vengo a visitarlo”.

Este drama de la vida, se encuentra expresado en toda la Biblia donde Dios Padre a pesar de la desobediencia e infidelidad del ser humano (léase por ejemplo el libro del Éxodo, en especial el capítulo 32) ha permanecido fiel, manifestando esta fidelidad con actitudes de cuidado y protección a sus creaturas (Cf. Sal 46; Mt 10: 30), particularmente, a través de su misericordia.

En efecto, al releer la Historia de la Salvación notamos cómo desde los inicios de la humanidad Dios ha querido reconciliar el mundo consigo a través de su amor misericordioso, concretamente por medio de la entrega de su único Hijo, enviado no para condenar al mundo sino para éste se salve por Él (Cf. Jn 3, 16).

De allí que el Papa Francisco, en su primer libro oficial como Pontífice y en el marco del jubileo de la Misericordia en enero de 2016, declare tan acertadamente que “El nombre de Dios es misericordia”, del latín miserere (miseria) cordis (corazón), que se refiere a la capacidad de sentir con el corazón las miserias del otro, en otras palabras, sentir compasión del otro, pero no una compasión de sentir lástima sino algo así como ponerse en los zapatos del otro (empatía) sin importar si merece o no nuestro reconocimiento y atención.

Si nos vamos al Antiguo Testamento, notaremos que esta noción de misericordia procede del término hebreo “rehamîm” que significa “vísceras” o “entrañas” (como las de una madre) y que, en sentido figurado expresa un sentimiento íntimo, profundo y amoroso que liga a dos personas; sin ninguna condición o merito, sólo por el simple hecho de existir. Al ser un amor que procede de las entrañas significa que es profundo, no superficial ni trivial. 

Su etimología también se relaciona con el término hebreo “Jésed” que significa “Misericordia” y “Amabilidad”, representa el deseo de compartir incondicionalmente la voluntad de dar todo de sí mismo como la generosidad sin límites. Siempre desde la lógica del amor incondicional; cuando hablamos de incondicional nos referimos precisamente ha que no está supeditado a límites ni condiciones.

Ésta es precisamente la naturaleza de la misericordia de Dios, profunda e incondicional.  Una misericordia que san Pablo logró comprender plenamente cuando afirma que no hemos sido salvados por la ley sino por la gracia divina, es decir por la bondad infinita de Dios que nos abre la posibilidad de entrar en amistad/ comunión íntima con Él, para que tengamos vida y vida en abundancia (Cf. Jn 10).

Este deseo de Dios, es el que Jesús reveló a santa Faustina Kowalska durante sus apariciones, como ha quedado reflejado en su Diario (núm. 723): “Dios es misericordioso y nos ama a todos… cuando más inmerecedor es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia”.  Esto confirma lo que Dios había manifestado, siglos antes, por boca del profeta Ezequiel: “juro por mi vida que no quiero la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva” (Ez 33, 11). De este modo, queda expuesto el propósito de la misericordia de divina: restaurar la amistad del ser humano con su Creador, pérdida o fracturada a causa del pecado que no tiene otro salario que la muerte (Cf. Rm 3, 23), mientras que la amistad con Dios produce como fruto la vida eterna.

Un modo concreto de ejercer su misericordia es a través del precioso sacramento de la reconciliación o confesión que tiene su fundamento bíblico en el evangelio que nos ha sido proclamado (Jn 20, 19-31), donde Jesús en el contexto de su tercera aparición y luego de soplar sobre sus discípulos dice: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos». Con este soplo del Espíritu, Jesús deja en evidencia que sus apóstoles (y sus sucesores los obispos como los colaboradores de éstos: los presbíteros), no ejercerán este oficio de perdonar los pecados por mérito propio ni en nombre de sí mismos sino bajo el impulso del Espíritu Santo y como instrumentos de su misericordia, dicho de otro, modo no son ellos los que perdonan los pecados sino Dios por su medio.

Esto queda demostrado en la fórmula de absolución en la que el confesor dirigiéndose al penitente dice: “Dios Padre misericordioso, que reconcilió al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la Paz. Y yo te absuelvo de tus pecados: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Nótese que en esta fórmula el confesor no dice te absuelvo en mi nombre sino en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso es un error y un engaño del enemigo, abstenernos de la recepción del sacramento de la reconciliación con la excusa de: “Yo no me confieso con ese cura, porque es más pecador que yo, mejor me confieso directamente con Dios”, ciertamente puede que el confesor “sea más pecador” que tú, pero es un instrumento de Dios, el cual el día de su ordenación recibió la gracia del Espíritu Santo para ejercer este ministerio del perdón.

Sobre este sacramento, el Catecismo de la Iglesia Católica expone una bella enseñanza que merece la pena traer a colación y nos puede motivar a frecuentarlo con total confianza; refiriéndose al nombre del sacramento expone (núm. 1423 – 1424):

Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una «confesión», reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente «el perdón […] y la paz» (Ritual de la Penitencia, 46, 55).

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: «Dejaos reconciliar con Dios» (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: «Ve primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24).

Tenemos pues mis queridos hermanos, un sacramento maravilloso al que podemos recurrir y experimentar la infinita Misericordia de Dios y, desde el cual podemos decir a voz en grito la jaculatoria que acompaña la imagen de la Divina Misericordia: ¡Jesús en ti Confío!

Así pues hermanos, este es el Dios Padre Eterno que nos ha sido revelado en las Escrituras Santas, sobre todo, a través de su Hijo Jesucristo, un Dios que posee una doble actitud: la de Padre y Madre, que ama a sus hijos no superficialmente sino desde la entrañas y cuya imagen de Padre y Madre al mismo tiempo ha sido también expresada por el artista Neerlandes Harmenszoon van Rijn Rembrandt en su magnífica pintura sobre “El Padre Misericordioso” que recoge el pasaje del Hijo Pródigo relatado por el evangelista san Lucas (Lc 15: 11 – 32). Les invito a contemplar esta obra, acompañados de la lectura del libro “El retrato de Rembrandt” de Henrry Nouwen.

Para la reflexión:

  1. ¿Qué aspectos / elementos de esta meditación me llamaron profundamente la atención y por qué?
  2. Ora la siguiente cita bíblica, siguiendo los pasos de la Lectio Divina y respondiendo a las preguntas generadoras de cada paso: Lectura: para ello relee el texto y responde a la pregunta ¿Qué dice el texto? Meditación: identifícate con los personajes del texto y responde ¿Qué me dice el texto? Contemplación: detente a contemplar con mayor profundidad el pasaje bíblico y responde a la pregunta ¿Qué me hace decir el texto?Compromiso: responde a la pregunta ¿A qué me compromete el texto? Y finalmente haz una oración que surja de tu corazón tras haber hecho cada uno de estos pasos de la lectio divina.
  3. ¿Cómo imagen y semejanza que eres de Él, en que manera crees que puedes poner en práctica estas actitudes de paternidad – maternidad de Dios?

III Reflexión: La Santísima Virgen María en la Historia de la Salvación y de la Iglesia

 Nos encontramos en la III y última meditación de nuestro retiro que, como dijimos, pretende ser un modo de preparación para las Fiestas Litúrgicas Marianas que están prontas a celebrarse. En esta ocasión nuestra mirada estará centrada en la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.

Sobre esta reflexión quiero comenzar afirmando que la devoción a la Madre de Dios, está sostenida por los dogmas que, sobre ella, la Iglesia ha proclamado y que al ser dogma los católicos estamos llamados a creer en esta verdades, en consecuencia, expresar nuestro respeto y devoción a la Santísima Virgen María.

A este respecto, conviene recordar el significado de la palabra “Dogma”. Un dogma es una verdad de fe infalible proclamada por un ente eclesiástico que representa la totalidad de los creyentes, bien sea un Concilio Universal o un Papa. Un Concilio Universal en la reunión de todos los Obispos del mundo, que junto al Papa se reúnen para discutir temas relacionados con la fe, la moral y las buenas costumbres.

Una vez que la Iglesia proclama un dogma, su contenido no puede ser modificado y por tratarse de una verdad de Fe Universal, todos los que somos católicos estamos llamados a creer y profesar esta verdad. Es importante, destacar que por ser un asunto tan crucial para los creyentes, los dogmas no son verdades que se les ocurrió de repente a los Obispos o al Papa, sino que son fruto de una amplia reflexión teológica madurada a lo largo de varios siglos y creída por los fieles mucho antes de ser anunciada como verdad de fe Universal, un ejemplo de ello es el dogma de la Inmaculada Concepción de María que celebramos el 08 de diciembre, cuya verdad de fe fue anunciada y defendida por primera vez por un santo franciscano llamado Juan Duns Scoto en la edad media, más o menos hacia el año 1280 d. C, desde que Duns Scoto defendió esta verdad de fe los fieles comenzaron a celebrar este misterio mariano, pero no fue sino hasta el año 1870 cuando la Iglesia proclamó este verdad como dogma universal, es decir, tuvieron que pasar 800 años de reflexión teológica para que la Iglesia Católica lo proclamara como verdad de fe Universal.

Desde esta perspectiva, los dogmas no son otra cosa que los contenidos de la doctrina de fe que nosotros profesamos como católicos, el Credo que nosotros rezamos todos los domingos contiene diversas verdades de fe una de ellas es la de Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre. A este punto, les invito a que cuando ustedes tengan dudas sobre su fe, recurran al Catecismo de la Iglesia Católica donde están contenidas todas las verdades de fe que nosotros profesamos. Mucha gente abandona la fe católica o se hacen ateos porque no conocen su fe. Particularmente, estoy completamente de acuerdo con el P. Luís TORO cuando afirma CATÓLICO IGNORANTE, FUTURO PROTESTANTE.

Los dogmas marianos que la Iglesia ha proclamado solemnemente son 4, a saber:

  1. El dogma de la Maternidad Divina, que proclama a la Virgen María como verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso, el año 431 d.C.
  2. La Virginidad perpetua de María, proclamado por el Concilio de Constantinopla II en el 553 d.C. y hace referencia a que María la madre de Jesús permaneció antes, durante y después del parto.
  3. La Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su Bula Ineffabilis Deus, en la que el Papa proclama que la Madre de Dios, desde su nacimiento, fue preservada de toda mancha de pecado original.  
  4. La Asunción de María, proclamado el día 1 de noviembre de 1950 el Papa Pío XII en su Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, que enseña que María al morir fue llevada en cuerpo y alma al Cielo, donde habita junto a su Hijo por toda la eternidad. 

Cada uno de estos dogmas tiene su fundamento bíblico, por ejemplo en la lecturas que acabamos de leer: la Carta del Apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4 -7 donde apóstol hace la siguiente afirmación: “Cuando se cumplió el tiempo, envío Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley”, esta mujer es la santísima Virgen María; el evangelio de san Lucas 2, 16 – 21 donde se nos narra el encuentro de los pastores con el niño Jesús que estaba acostado en un pesebre junto a sus padres María y José. Antes de contar esta historia, en el primer capítulo de su evangelio san Lucas nos narra cómo fue que María se convirtió en Madre del salvador, esto sucedió, como escuchamos la semana pasada en la Novena de aguinaldo a través del poder del Espíritu Santo tal como lo había anunciado el Ángel Gabriel.

A este Madre de Dios, es a la que honramos estos días, especialmente, bajo la advocación de Nuestra Señora de Coromoto Patrona de Venezuela, en cuya liturgia eucarística se proclama con emoción desbordante:

¡Tú eres el orgullo de nuestro pueblo! ¡Tú la alegría de nuestra raza!

Con esta antífona del Salmo tomado del libro de Judith (Jdt. 13, 23bc-24a.25abc) heroína del Pueblo de Israel, deseo comenzar esta homilía en el día de Nuestra Patrona, la Virgen de Coromoto porque ella es sin duda alguna el orgullo de nuestro pueblo venezolano pues ella siendo judía, al aparecerse al indio Coromoto aquel 08 de septiembre de 1652, asumió los rasgos faciales de los nativos.

Así quedó demostrado en los estudios científicos que se hicieron en el 2009 a la diminuta reliquia de la Coromoto en Guanare (que mide tan solo 2,5 cm de alto por 2 cm de ancho), encontrándose importantes hallazgos que confirman la veracidad de la aparición, como la distinción clara del rostro de la Santísima Virgen; los científicos quedaron boquiabiertas al descubrir que ella no sólo posee rasgos faciales indígenas sino que, además, aparece sentada en una especie de silla de caña brava con palmas contrario a un trono de oro (al estilo europeo) como algunos imaginaban, a esto se le suma el que su corona en vez de estar constituida por piedras preciosas parece estar elaborada de materiales y con forma típicamente indígenas.

Como pues no honrar, aquella que ha querido no sólo recordarnos el plan de salvación que Dios nos tiene preparado, sino que, para mostrar su cercanía, quiso asumir los rasgos propios de los venezolanos de aquel entonces. Así es María, tan sencilla y humilde, tan amorosa y cercana, ella ha sido y será siempre la máxima colaboradora de su Hijo en la redención de la humanidad. 

A este propósito, y siendo que la mayoría de los presentes conoce la historia de Nuestra Señora de Coromoto, en vez de hablarles sobre esta historia permítanme hacer una recorrido del rol de nuestra Madre en toda la Historia de la Salvación, que comienza con Abrahán nuestro Padre en la Fe y haya su plenitud en la venida de Jesucristo al mundo, el Hijo de Dios eterno «nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción», como bien lo expresa san Pablo en la segunda lectura que hemos leído (4,4-7) y lo confirma san Lucas en su evangelio proclamado (Lc 2, 15b-19).

De este modo, con su sí María dio paso al cumplimiento de las promesas de salvación que se concretizan con el misterio de la Encarnación, donde el Hijo de Dios asumió nuestra débil naturaleza humana para elevarla y hacerla partícipe de la condición divina, reabriendo con ello las puertas de la salvación que nos habían sido cerradas tras el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva. 

Al María dar a luz al Hijo de Dios, el mundo que estaba sumergido en las tinieblas del error y de la ignorancia comienza a ser iluminado; ella se convierte en ese instrumento a través del cual Dios reabre las puertas del paraíso. De allí que, en las letanías la Santísima Virgen María sea llamada: ¡Estrella de la Mañana! ¡Puerta del Cielo!.

Posterior al nacimiento de Cristo, como toda madre que educa a sus hijos, María además de presentar a Jesús en el Templo, lo va educando según las leyes judías y junto a su esposo san José le enseña valores esenciales como el trabajo y la obediencia, así lo sugiere la escena de la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el templo donde el evangelista termina el relato diciendo que Jesús «regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos … iba creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 51-52).

Luego de su preparación en el desierto y en vísperas de iniciar “oficialmente” su Ministerio Público, nos cuenta san Juan que Jesús y sus discípulos fueron invitados a una Boda en Caná de Galilea, en ella estaba presente María quien, en esta ocasión asume el rol de intercesora en beneficio de los recién casados y demás invitados a la boda. La narración nos cuenta que se acabó el vino poniendo en peligro la continuidad de la fiesta que, por lo general, duraba 7 días. Como Jesús, María era simplemente una invitada más (no era ni familiar ni amiga de los novios) sin embargo esto no la detuvo para intervenir a favor de los nuevos esposos, desde una actitud de confianza y perseverancia; confianza porque ella sabía bien lo que era capaz de hacer su Hijo y perseverancia porque a pesar de las palabras de Jesús: «Mujer ¿Qué tenemos que ver nosotros? Mi hora aún no ha llegado» (Jn 2, 4), María no se detiene en su propósito y con firmeza se dirige los sirvientes: «Hagan lo que él les diga» (Ibíd. 2, 5). Con este accionar humilde y fraterno-caritativo, María demuestra ser una verdadera intercesora que sale en auxilio de aquellos que lo necesitan aún cuando éstos no lo hayan solicitado, ella solo vio la necesidad y actuó sin más para ayudarlos/auxiliarlos y así salir a flote con esta situación inesperada.

Posterior a este acontecimiento en Caná de Galilea, María no volverá a hacer otra aparición significativa sino hasta el final del ministerio público de Jesús, específicamente, en el curso de su pasión y muerte. En efecto, nos cuenta san Juan que, al pie de la Cruz de Jesús, estaban su Madre, otras mujeres y, cerca de ella, el discípulo amado; en este contexto a María le es confiada una nueva misión: «Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu Madre» (Jn 19, 25-27).

Esta escena ha sido interpretada durante siglos como en el momento crucial en el que Jesús confió el cuidado de su Madre a la Iglesia y el cuidado de la Iglesia a su Madre, ya que el discípulo amado es un personaje sin nombre que representa a cada creyente que acepta de Jesús y se siente amado por Él, por ende, este discípulo es el símbolo de la Iglesia Universal.

María cumple a cabalidad esta misión (de madre y protectora) pues según la tradición de la Iglesia, en el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, ella estaba presente en medio de ellos. Del mismo modo durante siglos se ha hecho presente en la Iglesia a través de sus apariciones; en ellas su único objetivo ha sido manifestar la bondad de Dios para con la humanidad, recordar con insistencia el camino de la salvación y, en consecuencia, hacer a todos un llamado a la conversión.

Cabe de destacar que acuerdo con mis investigaciones, las apariciones públicas y privadas de la Santísima Virgen María han sido miles, la Iglesia Católica solo ha reconocido oficialmente 14, siendo las más relevantes: Nuestra Señora de Guadalupe en México el año 1531, Nuestra Señora de Coromoto en Venezuela entre 1651-1652, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Francia en 1830, Nuestra Señora de Lourdes el 11 de febrero de 1858, Nuestra Señora de Fátima en Portugal en 1917.

Ahora bien, sabemos con certeza que María no sólo se ha hecho presente a través de estos acontecimientos extraordinarios, puesto que nosotros en algún momento de nuestra vida hemos sentido su presencia amorosa, sobre todo a través del rezo el Rosario en familia a través del cual Dios nos permite experimentar su paz y su amor, que se derraman generosamente.

Por eso ella, merece nuestro homenaje, nuestro cariño y devoción, sobre todos ser reconocida con toda propiedad como ¡el orgullo de nuestro pueblo! ¡la alegría de nuestra raza! Hermanos y Hermanas, sintámonos dichosos porque el Señor ha querido entregarnos a su Madre al mismo que nos ha entregado a ella. Así como ella no ha mostrado resistencia, tampoco nosotros nos resistamos ante tanto amor. Seguramente, no seamos merecedores de tan grande gracia, sin embargo, no tengamos miedo en decirle: ¡María no se te merezco, pero te necesito.

Para la reflexión:

  1. De todo lo reflexionado en esta III meditación, ¿Qué aspectos te han llamado la atención y por qué?
  2. ¿Cómo te ha sido transmitida la devoción / veneración a la Madre de Dios? Escribe, brevemente, el relato de tu historia con esta Madre celestial
  3. ¿A este punto de tu vida de fe cómo es tu relación con la Santísima Virgen María? ¿Qué te inspira su historia de vida? ¿En qué manera crees que estás imitando sus acciones? ¿Cómo lo constatas?
  4. Lee y ora con el siguiente pasaje bíblico (Lc 1: 26 – 56)

Fr. Juan Martínez OFM Conv.

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