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Homilía Solemnidad de María Auxiliadora

Ayer, en su homilía el P. Víctor Roa Párroco de Catedral nos hacia un hermoso recuento del papel de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, en la historia de la Salvación. Deseo retomar algunas de sus afirmaciones. 

Nuestra Madre ha tenido un rol decisivo y gradual en esa historia salvífica, por ejemplo su sí dio apertura a la inserción del Hijo de Dios en el mundo a partir del misterio de su Encarnación, donde asumió nuestra débil naturaleza humana para elevarla y hacerla partícipe de la condición divina, reabriendo con ello las puertas de la salvación que nos habían sido cerradas tras el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva.  

De esta manera, María al dar a luz al Hijo de Dios, el mundo sumergido en las tinieblas del error y de la ignorancia comienza a ser iluminado; ella se convierte en ese instrumento a través del cual Dios nos abre las puertas del paraíso. De allí que, en las letanías la Santísima Virgen María sea llamada con razón: Estrella de la Mañana, Puerta del Cielo. 

Posterior al nacimiento de Cristo, como toda madre que educa a sus hijos, María además de presentar a Jesús en el Templo, lo va educando según las leyes judías y junto a su esposo san José le enseña valores esenciales como el trabajo y la obediencia, así lo sugiere la escena de la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el templo donde el evangelista termina el relato diciendo que Jesús «regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos … iba creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 51-52). 

Luego de su preparación en el desierto y en vísperas de iniciar “oficialmente” su Ministerio Público, nos cuenta san Juan que Jesús y sus discípulos fueron invitados a una Boda en Caná de Galilea, en ella estaba presente María quien, en esta ocasión asume el rol de intercesora en beneficio de los recién casados y demás invitados a la boda. La narración nos cuenta que acabó el vino poniendo en peligro la continuidad de la fiesta la cual, por lo general, duraba 7 días. Al igual que Jesús, María simplemente era una invitada más, no era ni familiar ni amiga de los novios sin embargo esto no la detuvo para intervenir a favor de los nuevos esposos, desde una actitud de confianza y perseverancia; confianza porque ella sabía bien lo que era capaz de hacer su Hijo y perseverancia porque a pesar de las palabras de Jesús: «Mujer ¿Qué tenemos que ver nosotros? Mi hora aún no ha llegado” (Jn 2, 4), María no se detiene en su propósito y con firmeza se dirige los sirvientes: “Hagan lo que él les diga» (Ibíd. 2, 5). 

Con esta accionar humilde y fraterno-caritativo, María demuestra ser una verdadera intercesora que sale en auxilio de aquellos que lo necesitan aún éstos no lo hayan solicitado, como lo señala el mismo texto en el que no aparece por ningún lado que los novios acudieron a María, ella simplemente vio la necesidad y actuó sin más para ayudarlos/auxiliarlos y así salir a flote con esta situación inesperada. 

Posterior a este acontecimiento en Caná de Galilea, María no volverá a hacer otra aparición significativa sino hasta el final del ministerio público de Jesús, específicamente, en el curso de su pasión y muerte. En efecto, nos cuenta san Juan que al pie de la Cruz de Jesús, estaban su Madre, otras mujeres y, cerca de ella, el discípulo amado; en este contexto a María le es confiada una nueva misión: «Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu Madre» (Jn 19, 25-27). Esta escena ha sido interpretada durante siglos como en el momento crucial en el que Jesús confió el cuidado de su Madre a la Iglesia y el cuidado de la Iglesia a su Madre, ya que el discípulo amado es un personaje sin nombre que representa a cada creyente que acepta de Jesús y se siente amado por Él, por ende, este discípulo es el símbolo de la Iglesia Universal.

Como escucharemos en la Fiesta de Pentecostés, María cumple a cabalidad esta misión (de madre y protectora) pues según la tradición de la Iglesia, el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles reunidos en Jerusalén, ella estaba presente en medio de ellos. Por las características del relato, este acontecimiento ha sido interpretado como el nacimiento de la Iglesia. Del mismo modo en que María hizo acto de presencia en el lugar, durante siglos se ha hecho presente en la Iglesia a través de sus apariciones; en ellas su único objetivo ha sido manifestar la bondad de Dios para con la humanidad, recordar con insistencia el camino de la salvación y hacer a todos un llamado a la conversión. 

Cabe de destacar que acuerdo con mis investigaciones, las apariciones públicas y privadas de la Santísima Virgen María han sido miles, la Iglesia Católica solo ha reconocido oficialmente 14 siendo las más relevantes: Nuestra Señora de Guadalupe en México el año 1531, Nuestra Señora de Coromoto en Venezuela entre 1651-1652, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Francia en 1830, Nuestra Señora de Lourdes el 11 de febrero de 1858, Nuestra Señora de Fátima en Portugal en 1917. 

Ahora bien, sabemos con certeza que María no sólo se ha hecho presente a través de estos acontecimientos extraordinarios, puesto que nosotros en algún momento de nuestra vida hemos sentido su presencia amorosa. Humildemente doy testimonio que mi vocación nació en el contexto del rezo del Santo Rosario que junto a mi abuelo paterno hacía cada tarde en mi casa a través de trasmisión realizada por la Radio Coromotona 105.1 FM de Guanare; particularmente, he sentido cómo María me ha sostenido en los momentos de prueba y cada vez que rezo el Rosario en familia siento como su paz y su amor se derrama sobre todos nosotros. 

Por eso, hoy al celebrar esta Fiesta Patronal en Honor a Nuestra Señora, me atrevo a decir con total convicción que el apelativo de Auxiliadora de los Cristianos definitivamente le queda perfecto, porque esa ha sido fundamentalmente su Misión. 

No significa que los demás títulos sean insignificantes ya que, en efecto, María es con razón: la primera discípula, el primer sagrario, la Madre de Dios y Madre Nuestra, Rosa Mística, Puerta del Cielo, Estrella de la Mañana, Refugio de los pecadores… sino que, sobre todo ella es Auxiliadora de los Cristianos tal como ella misma lo demostrado en todas sus apariciones. 

Ella merece nuestro homenaje, nuestro cariño y devoción. Ciertamente, no es más que Jesús porque fue únicamente humana como nosotros, es decir, no fue ni es diosa, pero bien sabemos que está al lado de su Hijo y quien más que ella para interceder por nosotros.  

Concluyo esta reflexión haciendo conciencia que, en Barinas, María Santísima ha mostrado un especial deseo de protección y de auxilio; la mayoría de los templos de la Ciudad están dedicados a alguna de sus advocaciones: Catedral Nuestra Señora del Pilar, Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza, Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Parroquia La Inmaculada, sin contar con las otras parroquias foráneas y capillas que están dedicadas a la Madre del Señor. 

Hermanos y Hermanas, sintámonos dichosos porque el Señor ha querido entregarnos a su Madre al mismo que nos ha entregado a ella. Así como ella no ha mostrado resistencia, tampoco nosotros nos resistamos ante tanto amor. Seguramente, no seamos merecedores de tan grande gracia, sin embargo, no tengamos miedo en decirle: ¡María no se te merezco, pero te necesito!

¡Que viva Nuestra Madre María Auxiliadora! 

Dios te salve María…. 

Fr. Juan MARTÍNEZ OFM Conv. (Párroco)

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