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Homilía Solemnidad de Nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela (11 septiembre)

¡Tú eres el orgullo de nuestro pueblo! ¡Tú la alegría de nuestra raza!

Con esta antífona del Salmo tomado del libro de Judith (Jdt. 13, 23bc-24a.25abc) heroína del Pueblo de Israel, deseo comenzar esta homilía en el día de Nuestra Patrona la Virgen de Coromoto porque ella es sin duda el orgullo del pueblo venezolano pues ella siendo judía, al aparecerse al indio Coromoto aquel 08 de septiembre de 1652, asumió los rasgos faciales de los nativos. Así quedó demostrado en los estudios científicos que se hicieron en el 2009 a la diminuta reliquia de la Coromoto en Guanare (que mide tan solo 2,5 cm de alto por 2 cm de ancho), encontrándose importantes hallazgos que confirman la veracidad de la aparición, como la distinción clara del rostro de la Santísima Virgen que presenta facciones indígenas, además, aparece sentada en una especie de silla de caña brava con palmas, contrario a un trono de oro (al estilo europeo) como algunos imaginaban, a esto se le suma el que su corona en vez de estar constituida por piedras preciosas parece estar elaborada de materiales y con forma típicamente indígenas. 

Como pues no honrar, aquella que ha querido recordarnos el plan de salvación que Dios tiene preparado para sus Hijos; para mostrar su cercanía, ella quiso asumir los rasgos propios de los venezolanos de aquel entonces. Así es María, tan sencilla y humilde, tan amorosa y cercana, ella ha sido y será siempre la máxima colaboradora de su Hijo en la redención de la humanidad.  

A este propósito, y siendo que la mayoría de los presentes conoce la historia de Nuestra Señora de Coromoto, en vez de hablarles sobre su historia permítanme hacer una recorrido del rol de nuestra Madre en toda la Historia de la Salvación, que comienza con Abrahán nuestro Padre en la Fe y haya su plenitud en la venida de Jesucristo al mundo, el Hijo de Dios eterno «nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción», como bien lo expresa san Pablo en la segunda lectura que hemos leído (4,4-7) y lo confirma san Lucas en su evangelio proclamado (Lc 2, 15b-19). 

De este modo, con su sí, María dio paso al cumplimiento de las promesas de salvación concretizadas en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que asumió nuestra débil naturaleza humana para elevarla y hacerla partícipe de su condición divina, reabriendo con ello las puertas de la salvación que nos habían sido cerradas tras el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva.  

Al María dar a luz al Hijo Eterno del Padre el mundo, sumergido en las tinieblas del error y de la ignorancia, comienza a ser iluminado; ella se convierte en ese instrumento a través del cual Dios reabre las puertas del paraíso. De allí que, en las letanías la Santísima Virgen María sea llamada: ¡Estrella de la Mañana! ¡Puerta del Cielo!. 

Posterior al nacimiento de Cristo, como toda madre que educa a sus hijos, María además de presentar a Jesús en el Templo, lo va educando según las leyes judías y junto a su esposo san José le enseña valores esenciales como el trabajo y la obediencia, así lo sugiere la escena de la pérdida y hallazgo del Niño Jesús en el templo donde el evangelista termina el relato diciendo que Jesús «regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos … iba creciendo en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 51-52). 

Luego de su preparación en el desierto y en vísperas de iniciar “oficialmente” su Ministerio Público, nos cuenta san Juan que Jesús y sus discípulos fueron invitados a una Boda en Caná de Galilea, en ella estaba presente María quien, en esta ocasión asume el rol de intercesora en beneficio de los recién casados y demás invitados a la boda. La narración nos cuenta que se acabó el vino poniendo en peligro la continuidad de la fiesta que, por lo general, duraba 7 días. Como Jesús, María era simplemente una invitada más (no era ni familiar ni amiga de los novios) sin embargo esto no la detuvo para intervenir a favor de los nuevos esposos, desde una actitud de confianza y perseverancia; confianza porque ella sabía bien lo que era capaz de hacer su Hijo y perseverancia porque a pesar de las palabras de Jesús: «Mujer ¿Qué tenemos que ver nosotros? Mi hora aún no ha llegado» (Jn 2, 4), María no se detiene en su propósito y con firmeza se dirige los sirvientes: «Hagan lo que él les diga» (Ibíd. 2, 5). Con este accionar humilde y fraterno-caritativo, María demuestra ser una verdadera intercesora que sale en auxilio de aquellos que lo necesitan aún cuando éstos no lo hayan solicitado, ella solo vio la necesidad y actuó sin más para ayudarlos/auxiliarlos y así salir a flote con esta situación inesperada. 

Posterior a este acontecimiento en Caná de Galilea, María no volverá a hacer otra aparición significativa sino hasta el final del ministerio público de Jesús, específicamente, en el curso de su pasión y muerte. En efecto, nos cuenta san Juan que, al pie de la Cruz de Jesús, estaban su Madre, otras mujeres y, cerca de ella, el discípulo amado; en este contexto a María le es confiada una nueva misión: «Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Aquí tienes a tu Madre» (Jn 19, 25-27). Esta escena ha sido interpretada durante siglos como en el momento crucial en el que Jesús confió el cuidado de su Madre a la Iglesia y el cuidado de la Iglesia a su Madre, ya que el discípulo amado es un personaje sin nombre que representa a cada creyente que acepta de Jesús y se siente amado por Él, por ende, este discípulo es el símbolo de la Iglesia Universal.

María cumple a cabalidad esta misión (de madre y protectora) pues según la tradición de la Iglesia, en el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, ella estaba presente en medio de ellos. Del mismo modo durante siglos se ha hecho presente en la Iglesia a través de sus apariciones; en ellas su único objetivo ha sido manifestar la bondad de Dios para con la humanidad, recordar con insistencia el camino de la salvación y, en consecuencia, hacer a todos un llamado a la conversión. 

Cabe de destacar que acuerdo con mis investigaciones, las apariciones públicas y privadas de la Santísima Virgen María han sido miles, la Iglesia Católica solo ha reconocido oficialmente 14, siendo las más relevantes: Nuestra Señora de Guadalupe en México el año 1531, Nuestra Señora de Coromoto en Venezuela entre 1651-1652, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Francia en 1830, Nuestra Señora de Lourdes el 11 de febrero de 1858, Nuestra Señora de Fátima en Portugal en 1917. 

Ahora bien, sabemos con certeza que María no sólo se ha hecho presente a través de estos acontecimientos extraordinarios, puesto que nosotros en algún momento de nuestra vida hemos sentido su presencia amorosa, sobre todo a través del rezo el Rosario en familia a través del cual Dios nos permite experimentar su paz y su amor, que se derraman generosamente. 

Por eso ella, merece nuestro homenaje, nuestro cariño y devoción, sobre todos ser reconocida con toda propiedad como ¡el orgullo de nuestro pueblo! ¡la alegría de nuestra raza!

Hermanos y Hermanas, sintámonos dichosos porque el Señor ha querido dejarnos a su Madre como fiel intercesora, a ella pueden acudir con total confianza: los santos y los pecadores, los pequeños y los grandes, los pobres y los ricos, porque su corazón es inmenso. 

Que, por intercesión de Nuestra Señora de Coromoto, nuestro pueblo venezolano, reciba una lluvia inmensa de bendiciones; que Dios bendiga a los presentes y a los ausentes, en especial a nuestros familiares, amigos y bienhechores en el extranjero. 

¡Que viva la Virgen de Coromoto! 

Dios te salve María…. 

Santísima Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, renueva la Fe en la toda la extensión de nuestra Patria. Amén.

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Yralis

Amén, q nuestra madre la Santísima Virgen de Cromoto, interesa ante su hijo Jesucristo para nos uamente la Fe, el AMOR al projim, la unión y compresión en nuestras familias, gracias por este espacio q nos enseña, historias de Jesús y su madre María

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